30 de abril de 2012

El cuento de Altaïr





“A veces importa más a dónde vamos que de dónde venimos.” Pep Bernadas.

Érase una vez un antropólogo que, en la búsqueda por comprender las dinámicas sociales, por entender al mundo y a todo lo que conlleva, decidió escoger el camino del viaje.

De rostro amable y mirada afectuosa, no pierde la sonrisa en una charla que refleja un alma soñadora que no se pierde en los sueños, sino que va por ellos, los busca y los encuentra; los atesora y no los deja, los defiende y los alimenta para que no mueran. Es, en mayúsculas, un viajero.

Con cierto asombro y expectación, el equipo Kompaso permanece atento a las palabras que, con el cuidado de quien las crea, nos cuentan la historia de algo más que un sueño: Altaïr. Y es que Altaïr es el sueño convertido en algo más que una librería de viajes, algo más que una agencia, Orixà, algo más que una revista con contenido y sentido de viajes que lleva el mismo nombre. Es todo ello y más, es una puerta abierta, una invitación como su lema indica ‘a ir más lejos’. Es el resultado de una búsqueda sincera y de horizonte despejado, soñadora pero analítica y especializada. Una genuina definición de comunicación de viajes.

Fotos: Arlene Bayliss 


La librería  

Con la insignia de ser la librería especializada en viajes más grande de Europa, Altaïr nace en Barcelona en 1979 y ocho años más tarde en Madrid. Un espacio cultural para hablar del mundo en serio desde el viaje; creado para generar encuentros con los viajes y viajeros, con las ideas del viaje, la conexión y los proyectos que estos encierran. La conjugación en todos los tiempos del verbo viajar, una invitación a seguir buscando.

Y todo ello gracias a un fondo con más de sesenta mil referencias que atesora la familia Altaïr en una entregada convivencia con la atmósfera de la literatura, del periodismo, de la información. ‘No somos vendedores, somos anfitriones’, revela sonriente. Dos alargadas plantas divididas por numerosas secciones que se diferencian por continente, por países, ofreciendo narrativa, guías, cartografías, aventura, música, libros ilustrados, ensayos, naturaleza, gastronomía mundial, artes, oficios y culturas. Trazos de viajeros, novelas, comics, revistas, diccionarios, películas, documentales, cuadernos de viajes y agendas. Incluso, una pizarra y bitácora  donde viajeros buscan compañeros de viaje, viajeros que buscan un viaje y viajes buscando viajeros.

Recorrer Altair es preguntarse a uno mismo: ¿Cómo no soñar cuando los sueños se exhiben? Decía Antonio Machado que ‘si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar’. Despertar, añadimos nosotros, a través del viaje.  Historias que se convirtieron en tales porque alguien las escribió, en un objetivo por compartir, contar, explicar y desmembrar.

Entrar en el mundo Altaïr es permitirse entrar en los viajes desde la perspectiva soñadora, la comunicativa, la del contenido reflexivo, la que se desprende de la cotidianidad para pensar en lo imaginado. Dejando fluir el pensamiento que al sólo permitirle nacer, se convierte y toma forma de viaje, de sueño, de reflexión, de literatura.

Este maravilloso cuento continúa con el estímulo de seguir creciendo, de seguir caminando, compartiendo y motivando el viaje. En esta inagotable llamada a la curiosidad, Pep Bernadas nos lanza un sabio consejo: ‘Hay que mojarse. Atreverse es la base de todo’.


29 de abril de 2012

Análisis del libro 'El Corazón de las Tinieblas'



Por un momento dejamos las mochilas en las tiendas de campaña, pusimos a secar las botas junto a la hoguera y nos vestimos con nuestras mejores galas para ofreceros, desde un plató, un coloquio sobre una lectura que el viajero David Rull nos había propuesto, 'El Corazón de las Tinieblas' de Joseph Conrad.

28 de abril de 2012

Viajeros desde el Paleolítico hasta David Rull


 
El profesor y egiptólogo David Rull. Foto: David Rull                                              

Uno de los viajeros que se ha ido acercando frecuentemente a nuestro campamento del máster en periodismo de viajes ha sido David Rull, egiptólogo y apasionado por la era de los faraones y todo lo que rodea al Nilo. Desde el primer momento se ha mostrado entusiasmado por el viaje que estamos llevando a cabo, motivo por el que no se ha querido perder parte de esta expedición académica.

De su mano nos ha traído la historia de muchos antiguos viajeros. Nos ha mostrado cómo se vivieron los viajes en tiempos remotos y qué significaba para todas aquellas pasadas civilizaciones el concepto viajar.

Y es que el hombre siempre ha estado unido a este movimiento, a este ir y descubrir. Desde el Paleolítico, donde las personas viajaban adaptándose al medio que se iban encontrando y buscando siempre los recursos para seguir subsistiendo. Este viaje duraba toda una vida. Luego siguió el Neolítico, donde el principal viaje era la muerte, entendida y llevada a cabo como un camino hacia el más allá.

Nos damos cuenta que todas las civilizaciones han estado unidas a los viajes. David nos descubre que en Egipto existió un personaje, Herkhuf, que presuntamente fue el primero que escribió un relato de viajes. Era un príncipe que rompió los cánones establecidos de cómo debía ser una tumba tradicional. En sus paredes escribió su vida y ésta estuvo protagonizada por tres viajes. Ahí lo contó todo.

Pese a ser la primera descripción de un viaje en la historia de la humanidad, difiere con el pequeño porcentaje de personas que sabían leer por aquel entonces. Sólo un 2 ó un 3 % de la población. Como dijo Rull, “la Humanidad se ha pasado mucho tiempo haciendo cosas sin sentido”.

Damos un salto en la historia y nos encontramos con Sinhué, otro egipcio que por aquellos años mantuvo una vida viajera. Hijo de un faraón asesinado, tuvo que exiliarse. Aquí llevó a cabo grandes gestas erigiéndose como líder de una de las tribus que le acogió. Antes de su muerte regresó a Egipto para ser enterrado como mandaba su tradición. Los egipcios también daban una importancia muy grande a la idea de la muerte como un viaje al más allá. En sus tumbas, además de enseres personales del difunto, se llegaron a encontrar barcas, interpretadas como el medio de transporte hacia el otro mundo.

David Rull disfruta mucho hablándonos de Egipto. Nos ha contado historias, nos ha leído fragmentos de antiguos textos y nos ha enseñado pequeñas nociones de cómo descifrar aquellos jeroglíficos. Pero nuestra historia está llena de viajeros. Pasando por el mítico Homero, hasta llegar a Heródoto.  Griego, viajero insaciable y padre de la historia y del periodismo. Sus textos, divididos en nueve libros, hablan de las Guerras Médicas. Con ellos quería dar a conocer lo que sucedió en ellas con la idea de que no se volviera a repetir.

Los griegos fueron los instigadores de la democratización de la escritura, revela David. A partir de esta etapa, mucha más gente tiene acceso a la cultura.

Griegos y egipcios aparte, este entrañable egiptólogo nos muestra el relato de muchos otros viajeros. Alejandro Magno, que entre otras muchas tierras, conquistó Egipto sin una sola batalla, simplemente por el despiste de un sacerdote al llamarle sin querer “hijo de Dios”. Marco Polo, IBN Batuta o, incluso Zheng He, un gran viajero asiático. También algo más próximos a nuestros días, Napoleón o Almásy

El viaje académico junto a David Rull llega a su fin, Egipto le espera. En nuestras manos, la reflexión sobre el hecho de viajar desde una perspectiva antropológica y sociológica, una aproximación a la alteridad cultural.  Pero, sobre todo, la idea de que en la vida hay que hacer lo que uno quiere, sólo así nuestro viaje será feliz.

27 de abril de 2012

Hacia una mirada multicultural




   


Ajustes, desajustes y equilibrio se erigen como los elementos de una ecuación a través de la cual entendemos (e implementamos) la idea de adaptación. La dificultad que entronca la interacción entre identidades culturales diferentes puede devenir en situaciones de confusión o malestar, fruto de la diversidad de costumbres, prácticas y valores de sus integrantes. Un panorama complejo que podría complicar o impedir el cambio y acomodación, generando así procedimientos de tipo desadaptativo que a menudo ponen en relieve la problemática del prejuicio y los estereotipos y, en consecuencia, la discriminación como raíces del conflicto étnico o choque cultural.

A través de la metáfora que representan las piezas del puzzle, pretendemos exponer de forma original la relación que se establece entre el núcleo dominante (fichas amarillas) y el exogrupo (fichas de color azul, verde y rojo). Una relación donde los contactos interpersonales serán fundamentales en la estrategia de interacción, en la que el quid de la cuestión residirá en calibrar dicha interacción en un escenario dado a partir de la identificación de quién es quién y así establecer relaciones.

El mensaje que queremos transmitir y promover es el de la tolerancia étnica, que contribuya al entendimiento y a la comprensión del multiculturalismo que suele acompañar a las sociedades heterogéneas de hoy día. Percibiendo las diferencias y las similitudes desde el pluralismo y no desde la discriminación o el rechazo, incitando así al aprendizaje cultural. Promover, en definitiva, la diversidad como un valor y no una desigualdad, una actitud favorable hacia la apertura cultural. Quizás, tras el visionado de este producto, veamos que somos iguales en las diferencias. 

Autores: Danuta-Assia Othman y Asier Suescun
 

26 de abril de 2012

Jordi Esteva, leer para viajar

Podríamos hablar de esos oficios, el de fotógrafo y escritor, que con tanta argucia desempeña. Podríamos referirnos a una literatura que ya ocupa en los estantes un buen número de obras que rezuman y transmiten (para beneficio del lector) un entusiasmo especial hacia las culturas foráneas, en especial las orientales y africanas.

A ellas, precisamente, Jordi Esteva ha dedicado gran parte de su vida, cumpliendo así unos sueños de infancia que le llevaban a mundos estrechados por la geoficción de una fantasía de horizontes lejanos que anidaba en lugares imaginarios. O no. Podríamos, también, reflexionar acerca de la película que rodó en Costa de Marfil, 'Retorno al país de las almas', donde nos sumergimos, a través de una mirada distinta, en la danza de los espíritus del animismo africano.

Foto: Google

Sin abandonar semejante historial, el equipo Kompaso se desliza impresionado hasta la lejanía de un paisanaje que, indefectiblemente y por fortuna, nos deja impronta, donde el viaje y el lugar se convierten en mera excusa para hablar de lo que realmente le interesa. "Es importante tener algo que decir y tener una mirada propia", subraya. "Acercarse libre de prejuicios e involucrarse bastante", prosigue.

Comprometidos a unas palabras que no solo trazan discursos sino que parecen decir algo más, contemplamos sin pestañear parte de su trabajo fotográfico, cautivados por la profundidad de su significado, completado por una charla que aconseja, ante todo, "viajar con el espíritu, el corazón y el cerebro muy abiertos". Tomamos nota.

Con la certeza de que no es una conferencia más, buscamos la elasticidad de un tiempo que, en esta tarde de abril, parece avanzar veloz. Transportados hasta los confines de unos mundos que se desvanecen, lugares donde la magia del relato de viajes no intencionado, y recobran la fuerza que, de forma incombustible, le imprime Jordi. Recordamos, entonces, a Hermann Hesse: "Para que surja lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible". Allá vamos. 

25 de abril de 2012

iTravel BCN Capsule


¿Loc@ por viajar?
Presentamos los viajes iTravel Capsule,
pero cuidado con los efectos secundarios.







Es común encontrarnos dentro de una ciudad, espacios destinados al turismo, obras de arte, monumentos históricos, calles famosas, plazas románticas, playas espectaculares, es decir, piezas únicas en el mundo que se vuelven alimentos de la industria del turismo.

Turismo definido por la Organización Mundial del Turismo, es el conjunto de actividades que tienen como objetivo viajes de placer, en ellos, se realizan diversas acciones y estancias en lugares distintos al entorno habitual. 

Desde nuestro punto de vista, cuando el turismo se vuelve un producto comercial como cualquier otro tipo de objeto a consumir, el verbo viajar pierde gran parte de su sentido. Este tipo de turista realiza un consumo igual de acelerado que el que se suele hacer con las nuevas tecnologías; se busca la inmediatez en todo, la moda a seguir, lo “trendy”, es decir lo que todos hacen.

Se intenta abrir una reflexión alrededor de la libertad del viajero. Curiosamente en la era de la  información global, dónde se dispone de todo tipo de libertad de elección, muchos turistas terminan haciendo una y otra vez las mismas acciones, recorridos o fotografías, y se olvida de la experiencia vivencial que debería signficar un viaje.


Realización: Arlene Orduña y Eduard Riera
Música de Eric Prydz; Pjanoo

23 de abril de 2012

Altaïr, un retazo de mi memoria

Todavía recuerdo la primera vez que aterricé en la librería Altaïr hace ya algún tiempo. Conmocionada por semejante espacio dedicado a la geografía, a los viajes y a la naturaleza desde hace más de treinta años y pionera en el sector, sentí como el mundo se desplegaba en sus más diversas formas. Recordé entonces las montañas apiladas que cada mes ganaban altura con la llegada del siguiente número de su revista monográfica. Un instante que, al igual que su origen etimológico del árabe al-tair, la que vuela, convertía la llegada de cada ejemplar en un vuelo hacia los grandes viajes que, en ese gran laboratorio de ideas y destinos por descubrir, caían entre mis impacientes manos.

Sigo arrollando mis recuerdos en su fluir y me doy cuenta de la realidad palpable de ese escenario tantas veces soñado, idealizado y muchas más anhelado. Con el pulso algo acelerado por el rostro inédito del momento, recorro expectante los primeros pasos. Tengo la sensación de estar ante una colección de lugares de cuento donde mi imaginación aparece desbocada ante un escenario de planes imposibles. O no. Son escenarios para los sueños, obras que nos recuerdan constantemente que el viaje es algo más y Altaïr, el lugar perfecto para explorarlo.

Foto: Altaïr

Divididos por secciones, los paisajes que evocan sus rebosantes estanterías mudan su apariencia a medida que nos vamos adentrando, recorridos que permiten pasmarse ante la dimensión del viaje. Y es que Altaïr debe caminarse con la mirada en ciento ochenta grados. Testimonios silenciosos que aguardan ser devorados y buscan captar la mirada del viajero. Prestando oídos a las voces del silencio tuve la impresión de que aquí, en esta especial librería, el viaje se transforma en el arte del encuentro. Un espectáculo literario que conviene degustar con agradecimiento y respeto.

Y es que Altaïr constituye un destino en sí mismo, donde el tiempo se desdibuja y es capaz de sobrecoger por igual a viajeros de toda condición. Y así me encuentro, sobrecogida en un espacio imantado ya de por sí lleno de magia en su realidad física, garantía y una magnífica compañía para sentir el viaje. El mejor mirador para disfrutar de la belleza del mágico verbo viajar bajo todas sus formas. 

Sant Jordi, las rosas y los libros


El cuento
Había una vez, un reino que vivía atemorizado por un dragón, para defenderse, los habitantes le entregaban dos corderos al día, así satisfacer el hambre de semejante animal y esperando que no atacara al pueblo; sin embargo, los corderos no resolvieron el problema, el reino tuvo que sortear entre sus habitantes, quién sería entregado al dragón en defensa del pueblo.

La familia que perdía a su ser querido, era acreedor a todo tipo de riquezas como compensación; pero un día las cosas cambiaron, la princesa del reino fue la seleccionada para entregarse al dragón. Mientras era llevada a la cueva donde sería su final, se encontró con el Caballero Jorge y éste, decidió enfrentar al dragón, luchando con él y enterrándole su espada para terminar con su vida… la sangre del dragón corrió, de ella, brotaron rosas, rojas. El Caballero tomó una de ellas, la miró, la olió y se la ofreció a la Princesa recién rescatada.

Fin.


Foto: Arlene Orduña Bayliss
Un grupo de jóvenes vendiendo flores con un beneficio social, entre cantos españoles que alegraban el pasar por su stand. 



Cataluña
Seguramente es un cuento, qué tiene de verdad o no, ya no importan, cuenta con lo suficiente para que se haya convertido en una tradición que en Cataluña, se vive con la entrega de rosas rojas para la mujer, acompañada de la señera, un símbolo de esta región y una espiga de trigo que simboliza la fertilidad.

Para Cataluña es un día que deja aflorar el arraigo de esta cultura. En los balcones, stands y puestos, se visten con la bandera autónoma, la tradicional de los Reyes de la Corona de Aragón, usada antiguamente como expresión de soberanía del Rey.

En diversas calles como Paseo de Gracia, las Ramblas de Cataluña y alrededores; las avenidas peatonales se transforman en una fiesta de rosas, libros, música, globos y artesanía; cientos de puestos de editoriales, escritores, asociaciones civiles, estudiantes y un sin fin de librerías exhibiendo las nuevas y viejas publicaciones en su haber.


Foto: Arlene Orduña Bayliss
La diversidad literaria iba desde libros antiguos y clásicos, hasta las últimas publicaciones líderes en ventas. 


Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor
Es además, el Día Internacional del Libro, por lo que según la tradición, los hombres reciben a cambio de la rosa, un libro, recordando el fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. Más tarde también fallecería en esta fecha William Wordsworth y Josep Pla.

Con el objetivo de fomentar la cultura de la lectura y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor, se declaró en París por la Unesco desde 1996, el Día Internacional del Libro. Desde 20089 más de un centenar de países lo conmemoran.


Foto: Arlene Orduña Bayliss
Este año, falleció el escritor originario de Mexicali, B.C. México, Daniel Sada, presente en la celebración al libro. 


Latinoamérica presente
México participa con la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la mayor en el mundo de habla hispana; el Fondo de Cultura Económica convoca al rally Cómo leer en bicicleta; en Coyoacán, se realiza el Festival Internacional de Prosa y Poesía; en Iztapalapa, se busca romper el récord mundial de lectura ininterrumpida: los vecinos comenzaron a leer desde el 9 de abril. El objetivo es cumplir 400 horas de lectura continua.

En Chile se lanza la campaña Lee, Chile, Lee; en Colombia se conmemora con la Feria Internacional del Libro de Bogotá; en Argentina con la Feria Internacional de Buenos Aires que culmina el 7 de mayo con la presencia de Carlos Fuentes, David Grossman y Eduardo Galeano; en Santo Domingo, cumplen 15 ediciones de la Feria del Libro.

El 23 de abril sin duda, ha sido más que la muerte de ese dragón al que su sangre provocó el nacimiento de una rosa, lo que fue un acto o invento que evoco al romanticismo, a los cuentos de la princesa rescatada por el caballero, hoy además, está envuelto de literatura y mercadotécnica, todo unificado con el rojo, el color que simboliza la pasión.



@ArleneBayliss

21 de abril de 2012

Pausa en Las Negras


Levanta la vista un segundo para mirar la hora del teléfono por quinta vez en el último minuto. En esos intervalos consigue leer por encima los titulares de la pasada jornada mientras en dos sorbos ha terminado su café. Sería la misma rutina de cada día si no fuera por que esta mañana se dispone a viajar. En unas horas él y su familia estarán muy lejos de casa. Pero todavía no es consciente del lugar que les espera.

Las urgencias del día a día son lo que impiden, algunas veces, tomarse el descanso necesario, un momento de reflexión, antes de emprender cualquier viaje. Pero lejos de esta pausa, emprenden el camino hacia el sur, saliendo por la Diagonal de Barcelona como otros cientos de miles de vehículos el mismo día, y acarreando una maleta llena de notas mentales y quebraderos de cabeza. 

Al caer la noche llegan a su destino, o al menos eso indica la voz del todavía despierto GPS. Una luna tímida, medio escondida, les recibe mostrando las sombras de un paisaje redondeado por el viento. 



Tras el largo y merecido descanso, la misma inercia de siempre lo levanta de la cama y le hace andar en busca de un café y un periódico. Pero al sentarse en la terraza del bar, levanta la vista por primera vez y queda totalmente abducido al instante.

Se acaba de despertar en Las Negras. Una tierra gris quemada por el sol, que esconde bajo la piel un color negro volcánico y cuyas aguas oscuras reflejan todos los colores. El blanco de las casas, el azul intenso del cielo o todos los verdes posibles de cactus y plantas.



Días más tarde su agenda matinal ha cambiado; con la taza humeante y un guiño de complicidad del camarero, se dispone a sentir por última vez los sonidos de La Caleta. Mirando al mar recuerda todos los contrastes que el Cabo de Gata les ha regalado.

La espectacular playa de Las Salinas y su albufera, junto a la memoria de un barrio que vivió tiempos mejores al abrigo de un negocio, el de la sal, que había sido mucho más prospero. Su iglesia, casi terminada de restaurar, deja entrever el inicio de otra riqueza, la de un turismo cada vez mayor, que llega a estas tierras atraído por su gente, sus costumbres y un entorno aun virgen que ralentiza el tiempo.




Otra imagen, la de la resaca del oro de Rodalquilar, cuyas minas y colonia abandonadas han borrado en solo veinte años las huellas de una fiebre que duró más de un siglo. Una especie de pueblo fantasma que esconde, entre otras curiosidades, un jardín botánico y un pequeño museo "geominero" llamado La casa de los Volcanes.

Todavía sigue tomando el café, despacio, mientras escuchando el viento trata de imaginar el canto de las focas monje que cautivaban los pescadores y piratas que se acercaban al Arrecife de las Sirenas, junto al Faro y que terminaron por dar nombre a este Finisterre del sur.

No son las sirenas, ni sus melodías lo que atrapa al viajero en el Cabo de Gata. Es sin duda la pausa que transmite, la forma en que llena los sentidos y vacía la mente para dar lugar a la calma interior, necesaria para seguir avanzando.




Fotografías de Eduard Riera
(copyleft)

20 de abril de 2012

Manual para potenciales escritores de viajes, por Fabio Tropea

¿Quién es Fabio Tropea? Se preguntarán. Si atendemos a funciones, nos encontramos ante un palmarés de entrada interesante: experto en semiótica, analista de los lenguajes de la comunicación de masas y profesor universitario. Si, por el contrario, hacemos caso a ese acontecimiento que se vive y del que se aprende algo, descubrimos una oratoria presta a generar discursos que, como mínimo, invitan a la reflexión.

Dispuestos a no perder detalle, viajamos esta vez hacia un territorio tan vasto como complejo: la comunicación. Con la destreza de quien sabe lo que dice, Fabio nos muestra un panorama, una suerte de manual de instrucciones para viajeros avezados. Atentos, nos preparamos para un singular recorrido que, hábilmente, nos conducirá desde la cotidianeidad de lo conocido, a un contenido que, a medida que avance el viaje, alcanzaremos lleno de coherencia en su significación.

Foto: Google

Con la intriga de quien husmea en un desván ajeno, nos movemos por el fenómeno de la comunicación, un proceso de creación constante que, indefectiblemente, determinará una estrategia. Pues como dice Tropea "la comunicación no es sólo un acto voluntario, ordenado ni unidireccional", sino que intervienen, reconocemos, otros elementos como el contexto, lo implícito o los propios sentidos.

Llegamos, por tanto, a nuestra primera parada: "La comunicación es un problema de interpretación y no sólo de conocer los códigos", señala. Y no le falta razón. Y, sino, pensemos cuántas veces, en alguno de nuestros viajes, nos hemos visto involucrados en una experiencia de este tipo. Y hablando de comunicar, de viajar, nos topamos con una segunda afirmación que nos dirigirá aún más lejos: "Comunicar es conocer el sentido. Mucho más importante que comunicar es atribuirle sentido a las cosas", expresará. El sentido aparece entonces como la parte sumergida de la comunicación.

Nos detenemos. pues en ese acto de atribuirle sentido a la actividad humana, hallamos un fenómeno que capta nuestra atención: la narratividad. Seguimos destapando los tejidos que, bajo su manto, aguardan conceptos y nos damos cuenta que la efectividad de la comunicación se mide en términos narrativos. En efecto, afirma Tropea, una buena comunicación es una buena historia.

Apretados los cinturones nos trasladamos hasta la Grecia clásica y la retórica de Aristóteles. Tiempos ya idos que, sin embargo, perduran con la voluntad de mostrarnos la composición del discurso. Nuestra ruta se convierte aquí en un paseo que camina por un prólogo que los griegos llaman exordium, responsable de elevar el tono emocional y darle el relevo a la narración, momento donde contaremos los hechos y las descripciones. Manteniendo la intensidad emocional entraremos en la argumentación, en el núcleo y parte compleja de la historia que actuará de preludio al epílogo, donde tendremos que hacer uso del arte de la despedida.

Tras este trayecto helénico, nos marchamos no sin antes recordar aspectos que deberemos contemplar en nuestras historias viajeras, pues sin la inventio o el arte de encontrar qué decir; de expresarlo eficazmente a través de la elocutio; de ordenar nuestro texto de forma eficiente o dispositio; sin un actio que se ocupe de la puesta en escena de nuestro discurso y, finalmente, de una memoria o mnemé, estaremos lejos de lograr nuestro objetivo: contar relatos de viajes. ¡Buen intento y buena suerte!

19 de abril de 2012

El viaje de la comunicación, del círculo a la flecha

¿Qué es la comunicación? ¿Cómo describirla? ¿Cómo referirse a ella? ¿Su concepto es evolutivo, es fijo?

Pensamos en la comunicación, y recordamos que es el proceso mediante el cual transmitimos información de una entidad a otra, tratándose entonces de una comunicación que tiene como objetivo informar, interacciones mediadas por signos entre al menos dos agentes que comparten un mismo repertorio de signos y tienen reglas semióticas comunes.

La lógica y casi por inercia, acompañan a la descripción técnica de la comunicación, una descripción lineal, con un principio y un fin, llevada a cabo mediante pasos, con una secuencia,  como si se tratara de un manual de procedimientos para obtener comunicación. Acepciones aparte, asistimos a un significado de distinto alcance.

La Comunicación, el círculo y la flecha

Dejando la lógica expuesta atrás, espantándola, tratemos de ver a la comunicación como un círculo, buscando en él el sentido mismo de la comunicación, a la que refiere Fabio Tropea (profesor de la asignatura de semiótica y etnografía del viaje del máster en Periodismo de Viajes), quien nos presenta a la comunicación como un esquema que busca compartir como objetivo final y al mismo tiempo excluir del círculo. 


                                                     Foto: Google

Círculo que proviene del latín circulus,  una circunferencia que posee un área definida, una curva geométrica, no por coincidencia etimológicamente familia del término comunidad, que también proviene del latín comoine, que significa conjuntamente, en común. Una comunicación que encierra un fin común y lo aglomera, en círculo. 

Se cuenta con muestras y vestigios que describen a la cultura humana como una ruta que responde a la búsqueda de crear comunidad. La huella de los ciclos históricos permite observar que el círculo no ha cambiado, siguiendo así un caminar casi instintivo que expresa la demanda de crear comunidad. 

Por tanto, la comunicación ya no consiste sólo en informar, ya no se trata de datos, de contenidos, de decir y escuchar, de encender la televisión para comunicar los hechos más importantes del día, o abrir el diario para ser testigo de los  acontecimientos trascendentales que se registran en el entorno. Se trata de compartir algo, de crear comunidad, de dejar la rigidez al tratarse de humanos, de interacciones con un objetivo. Es decir, el círculo que habla de la integración, de sentido de pertenencia. El  círculo que también es el fuego, la hoguera, el hogar, como la representación de la integración, de estar frente al otro en los momentos importantes, en las historias, en las alegrías y tristezas del compartir.  

Pero así como se comparte, se excluye, se divide a quienes están dentro del círculo o no, como una muralla protectora entre amigos y enemigos, como una fortaleza que identifica a unos de otros. La exclusión como una complejidad del círculo, una problemática que arrastra una comunicación que provoca guerras, pues delimita, delinea. 

Seguimos viajando, pues la modernidad ha impuesto un cambio de rumbo restituyendo la idea del individuo. En este sentido, la comunidad pierde terreno frente al individuo activo. En esta fragmentación progresiva del círculo, la comunicación viaja hacia el triunfo simbólico de la flecha, donde este nuevo fenómeno impone una nueva forma de comunicación: la expansión se extiende y conlleva la salida constante y regular de muchos grupos, momento donde el contacto apuesta por la lejanía en detrimento de los círculos cercanos.

El ser humano avanza en su comunicación, en la creación de nuevos círculos ahora transformados en flechas. Evoluciona por si mismo pero no deja de comunicar, de expresar y no solo de informar, porque la comunicación, así como sus necesidades, no son lineales, son dinámicas, cambiantes, evolutivas y complejas. 




18 de abril de 2012

Tras las cámaras de vídeos viajeros

Fines de semana, vacaciones, feriados: MelarGO. Este es el proyecto de La Vanguardia Tv que conocimos gracias a Juan Martínez, un periodista 'polivalente', práctico y directo que forma parte del equipo responsable de realizar viajes a atractivos destinos y producir vídeos cortos con una orientación turística y comercial para invitarnos a todos a salir de nuestros hogares en cuanto sea posible.

Sinceridad, practicidad y buen humor estuvieron presentes en la charla de Juan, quien nos aconsejó desde su punto de vista y sus experiencias sobre la realidad del periodismo de viajes en la web. Nos comentó que una de las bases fundamentales en Internet es ser polivalentes (hacer grabación, locución, fotografía, vídeo, redacción, de todo un poco o mucho) y, por supuesto, generar contenidos de calidad, innovadores y diferentes.


Foto: Danuta Assia-Othman

17 de abril de 2012

Roma, encuentro y desencuentro

Monumentos, esculturas, pinturas, plazas, fuentes, arcos, panteones, iglesias, iglesias y más iglesias. Arte y genialidad que te impresiona al contemplarlo. Esto es Roma. Es la esencia, es lo que se vende, es lo que los turistas quieren ver cuando inundan sus calles en medio del caos. 

Sin mucho esfuerzo, al ritmo de la caminata vas descubriendo este mundo creado por la opulencia, la arrogancia y la elegancia que aún hoy día se conserva. Y así, sin más herramientas que dos piernas y una cámara, te pierdes en la perfecta fusión de las ruinas más antiguas y las calles más modernas. Admiras los detalles de cada obra, escuchas las historias de aquellos lugares, recuerdas cuánta ansiedad sentías por estar allí, observas a tu alrededor con tres miradas: tus dos ojos y el lente de tu cámara. 

Mi primera vista panorámica de Roma.



Pero te sorprende el sinsabor de que algo falta. ¿Qué es esta sensación? 

a) No es lo que esperabas.
b) Te falta compartirlo con alguien.
c) Acaso es más de lo que esperabas.
d) Todas las anteriores o, 
e) Ninguna de las anteriores.

Y la última opción es la correcta. La respuesta está en los recuerdos de los viajes que te conmueven, te estremecen, esos instantes que revives con emoción tan solo al ver una foto o contar alguna anécdota. Esas aventuras vividas con la sorpresa del niño que descubre todo por primera vez. Para mí, todos esos viajes inolvidables tienen algo en común: la Naturaleza

Laguna de Canaima, Venezuela.

Montañas, cataratas, ríos, playas, glaciares, tepuyes, flora, fauna. Energía pura. Belleza única. Maravillas naturales, muy trillado pero muy cierto. El sinsabor de aquélla extraña sensación se transformó en satisfacción al reencontrarme con una frase inspirada por la caminata sobre el Glaciar Perito Moreno: No hay obra hecha por el Hombre que se compare con la obra de Dios.

Trekking en el Glaciar Perito Moreno. El Calafate. Argentina

16 de abril de 2012

La mirada exógena

A menudo me preguntan si debería o no implicarme más en los textos. Tratar, al menos, de acercarlos a un terreno personal, cercano en el que apenas medie la distancia entre las palabras y el lector. Una cuestión compleja que hunde sus raíces mucho antes, en la comunicación intercultural, en la mirada exógena del viaje. Una relación si se quiere 'dialéctica' entre el 'yo' y el 'otro'.

Nos sumergimos en el viaje. Convertidos en un punto de vista único somos parte anónima del conjunto que nos rodea. Un contexto desconocido en el que nuestra identidad cultural y personal se ve sometida a continuos cambios, cuyas variaciones suponen en ocasiones un choque de expectativas. Ya lo decía Weber, "por lo que hace a la comprensión y a la comunicación debemos darnos cuenta de que el otro, que no pertenece a mi cultura, no piensa obligatoriamente la realidad como yo la conozco y a la inversa".

Recorremos destinos, queremos ver directamente con nuestros propios ojos todo cuanto acontece. Hacemos conjeturas respecto a lo que aquello significa hasta tal punto de trasladarnos al 'otro lado'. Un ejercicio que con ahínco y cierta predisposición tiene como recompensa un continuo maravillarse. Nos aproximamos con la voluntad de ser identificados en una valoración desprejuiciada y con derecho a la similitud. Y en este punto de inflexión nos damos cuenta que la identidad personal con la que viajamos no es más que el resultado de la cultura que nos socializa. Un contacto que intenta barrer fronteras, atravesar muros invisibles e ir más allá del puro e iniciático intercambio de mensajes para ahondar en la creación de significados. Siempre con una mirada autocrítica y de humor para tratar de entender al 'otro'.

Tras un tiempo en movimiento me pregunto que tal vez no exista tal muro que separe ambos mundos. Y en caso de que exista, dependerá del grado de implicación de cada uno hasta reducirlo a un mero y endeble tabique de cartón. Una cuestión de perspectiva que ayude a establecer la individualidad de cada cultura, entendiendo ésta como un producto diverso formado por distintas identidades, un fenómeno plural.

Foto: Danuta-Assia Othman

Choque Cultural


Foto: Internet


“Es cuestión de tiempo, de adaptación, poco a poco te convertirás en un camaleón y tomarás forma de Barcelona,  no te darás cuenta “… Me han dicho muchos.

Aún pensando en que puede ser más sencillo llegar de México a España por las aparentes similitudes, como el idioma, la historia conjunta, el legado y unión de uno con el otro; la sensación de no saber en dónde se está parado y tampoco reconocer cómo sería el estar más cómodamente, invadió la segunda semana de llegada.

Lo más parecido a no comprender lo correcto o incorrecto en situaciones comunes y posiblemente cotidianas. Incluso, a veces no reírte de un simple chiste por no entenderlo o por otra parte, no saber si dar tu opinión. Inseguridad.


Desorientación. 


Sabes que no perteneces, aunque al mismo tiempo se busca hacerlo, naciendo así  una confusión del cómo comportarse, cuidando las formas por respeto y también por incertidumbre, tratando de ser minucioso para no caer en  comportamientos fuera de contexto o en una mala percepción de tu persona.

Hay quienes al viajar solos, van y vienen solos, comen solos en un restaurante, van solos al cine, solos a tomarse una cerveza, viven mucho más solos que acompañados, o intercambian su soledad con la sociedad… yo no. Disfruto la compañía, platicar caminando, platicar comiendo, compartir una película, un viaje, una charla, no es que tenga una negación a estar conmigo misma (creo);  lo estoy en su momento, pero es más el tiempo que prefiero compartir

Kalervo Oberg (1901–1973) nacido en Finlandia para después obtener la ciudadanía estadounidense, fue un Economista y también Antropólogo, pero sobre todo un viajero, fue quien introdujo el término de “Choque cultural”

Este hombre viajero, describe el término choque cultural como un golpe de desorientación, lo compartió por primera vez en una charla con un Club de Mujeres  de Río de Janeiro a quienes les platicaba sus sentimiento hacia la interculturalidad.

Describe al choque cultural en cuatro fases:
  1. Luna de miel: diferencias entre la cultura nativa y la nueva, se ven y viven de forma romántica, atracción por la comida, los paisajes, las calles, la gente, en luna de miel con su nueva tierra. 
  2. De negación: nacen las diferencias entre culturas, llega la ansiedad y también la desesperación ante el sentimiento de sentirse extraño y ajeno, al  idioma, la higiene, el tráfico, la comida, etc. Aquí aparece la soledad y la nostalgia. 
  3. De ajuste: el desarrollo de rutinas que permiten acostumbrarte a la nueva cultura. Aprender a saber qué esperar. 
  4. El dominio de fase: etapa del llamado biculturalismo, que tampoco quiere decir que existe pleno acoplamiento a la nueva cultura.

Ansiedad, confusión, desorientación, es lo que podría describir como las sensaciones que han envuelto estos días: no conocer mi lugar, dudar de mis comentarios, trastorno en los horarios de sueño, es lo que interpretaría como choque cultural.

Podría decir que el estatus actual de mi situación, es un intermedio entre la primera y la segunda fase, acepto que el caminar por la ciudad conmigo misma, me brinda seguridad y libertad, pero también una ansiedad de ser ajena al contorno, me desmotiva.

El choque cultural representa una sacudida a la realidad que me envuelve, la que conozco, hoy se presenta una distinta, la de Barcelona, España, con un panorama abierto a la diversidad, movilidad y dominio.




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12 de abril de 2012

La duda del escritor

En “Nosotros y los otros”, Tzvetan Todorov define a Chateaubriand como a alguien indiferente al mundo, un personaje que no se interesa más que por sí mismo. A este punto del texto, mi atención se siente invadida por un fuerte componente de culpabilidad. ¿Será que el escritor francés sólo utiliza la primera persona en sus relatos? ¿Tal vez sus textos afloran una honda necesidad de pasar las descripciones a flor de su propia piel? Recuerdo el consejo de Javier Nart en nuestra primera semana de viaje. Hablaba de no darle a nuestros escritos ningún aire de epopeya, ya que lo que le interesa al lector es lo que está pasando, el hecho en verdad pura. ¿Epopeya es hablar desde el yo?

Chateaubriand habla eternamente sobre él. Sin aires de proeza, debo confesar mi debilidad por descifrar los viajes desde mi yo interno y externo. Las descripciones con tan poca clemencia que Todorov realiza sobre el escritor ponen en duda mi mano sensible. Las vivo como una imputación hacia el estilo íntimo. Y, al darle vueltas, me pierdo en las excusas. ¿Acaso es un delito describir desde dentro? Me sugiere una pérdida de interés hacia la gramática expresada desde un yo emotivo.

No hay duda de que basarse siempre en el “yo” es arriesgado. La amenaza de la lectura desganada puede acallar la voz de forma perenne y la falta de un código astuto puede rasgar las patas de un flaco narrador. Pero aún así, mi humilde “yo” no sabe enmudecer. Él es mi compañero de viaje, el apuntador de experiencias. Camina siempre tres metros por delante con unos  prismáticos de óptica dócil.

Sin conocer el futuro de este indulgente acompañante, prosigo un camino largo entre autores y palabras. En su libro, Todorov contempla los esfuerzos de Chateaubriand para construir descripciones que se conviertan en un “espectáculo puramente visual”. Yo, ignorante de su literatura, contemplo el valle forastero que reclama lanzarse al vacío.

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11 de abril de 2012

Carta al viaje literario

De la mano de Fernando Clemot, reconocido escritor español, cruzamos la puerta de entrada a la Literatura de Viajes. Para ello, se requiere escoger entre tres posibles cartas. La primera, nos relata lo que es un viaje de altura, aquel que resulta sensible a la lejanía. La segunda, nos hace soñar con un destino de cabotaje, el que se realiza sin moverse del lugar de origen. La tercera, invita a vivir un viaje en profundidad, en busca de un enfoque filosófico.

Así es como Clemot nos sugiere emprender un aprendizaje en la navegación. Como si de una marea se tratara, su voz nos traslada hacia destinos literarios y autores emblemáticos para presentarnos el panorama del viaje desde la literatura. Tras recibir algunos consejos sobre la narrativa de este género y cómo encontrar el código que conecte con el lector, zarpamos al mar con Josep Pla

Foto: Google

Sin perder nuestra tierra de vista ni dejar la cualidad del “cabotaje”, las palabras de este simbólico escritor catalán del s.XX nos acercan a la cultura catalana de donde procedemos algunos de nosotros. Una identidad de partida que nos hará viajar hacia un territorio que, en breve, Kompaso transformará en “cabotaje”, Italia. En sus Cartas de Italia, Pla realiza un viaje de “altura”, al menos en aquella época. Sus comentarios son “profundos”, consigue sin duda convertir la observación en literatura completa, aunque es cierto que sus letras conllevan una raíz de filosofía tímida. 

Josep Pla viaja en primera persona por todo el territorio italiano, lo despliega en textos sinceros y, en algunos casos, metafóricos. Enfoca el objeto desde un prisma virgen, le da el carácter que antes no tenía. Sus escritos combinan imágenes con recuerdos históricos. Con todo, crea una atmósfera sensible para el lector. Se adentra en detalles costumbristas, sin exponer demasiado su ego viajero. 

Con él, llegamos al sur de Italia, esperanzados de lactar algunas reseñas que muestren la vida siciliana, a modo de mentor para nuestro proyecto sobre Catania. Sin embargo, Pla, se detiene en Brindisi y Bari, dos poblaciones que codean el Mar Adriático. En Brindisi, juega generoso con las tonalidades de los colores de los campos (“Tierra enjuta, terrosa, dura, de un rojo oscuro, incendiado”), y otorga cualidades humanas al resto del paisaje (se ven los cuerpos de las columnas tronchadas a ras de suelo, como si hubiesen sido segadas con guadaña”). Con Bari es menos galante, su “vida triste, crepuscular, de un sentimentalismo puramente mecánico y una frivolidad puramente artificial” genera un clima humano “angustioso y enrarecido, aplicado sobre personas que siempre quieren ser más de lo que son”. El escritor nos deja una visión del sur un tanto áspera, lo vive “pobre, malcomido, estrecho, sin esperanza, de un realismo abismal, donde no hay más que utilidad frenética”.

Al cierre de estas cartas, Kompaso sigue navegando por el Adriático, a la espera de que los dos o tres faros de Brindisi que, “queman, medio borrosos”, alumbren nuestra costa bajo un crepúsculo de gamas no tan “fugitivas” como las que relata Josep Pla en sus memorias de viaje.

Foto: Kompaso

10 de abril de 2012

Reconociendo el otro

El conocimiento del “otro” es algo que la Antropología no tuvo en cuenta hasta el siglo  XVI, cuando a la Tierra se le dio el reconocimiento de forma esférica y se clasificó el descubrimiento de los pueblos del Nuevo Mundo. Con la primera vuelta al mundo se completa, pues, la esfericidad del planeta y la existencia de la diversidad.

Tal y como Jon Bestard y Jesús Contreras redactan en “Bárbaros, paganos, salvajes y primitivos. Una introducción a la Antropología, desde “el otro”, el europeo se descubrió a sí mismo, aplicando la metáfora del espejo. Sin embargo, la finura con que Jordi Grau nos sitúa en los referentes de la comparación, nos obliga a reflexionar en cómo el “nosotros” es capaz de conocer “al otro” si a menudo no se conoce ni a sí mismo.  

A Kompaso le preocupa la posición del viajero hacia “el otro”, y es por eso que recurrimos a diversas lecturas para comprender su conducta más antigua, la del colono. No hay duda que la dificultad para emplear el lugar del “otro” es lo que ha conllevado a generar diferencias entre culturas. El no saber colocarse, la incomprensión y la distancia.
 
Foto: Google
Bestard y Contreras mencionan el rol de la antropología en este punto, la cual nos permitirá “recorrer este alejamiento existente entre el yo y el prójimo, comprenderlo, colocarse en su lugar y respetarlo”. Afinan con una cita de Monod, en el que éste asegura que “el conocimiento del otro sólo es posible haciendo un viaje (primeramente a través de hábitos mentales) para, a posteriori, realizar la experiencia del descubrimiento”. Para el naturalista y explorador francés, la disciplina antropológica no es más que “una reflexión apasionada y respetuosa sobre el otro”. Según el libro, pues, “si no hay reconocimiento del otro, no hay antropología”.

Lévi-Strauss, a su vez, en “Nosotros y los otros” de Tzvetan Todorov, extiende la teoría del espejo (en la que en “el otro” sentimos el reflejo de “nosotros” mismos), y declara que para llegar a aceptarse en “los otros”, primero es preciso rechazarse a sí mismo, “incluso es preciso admitir que yo es otro, antes de poder descubrir que el otro es un yo”. El distanciamiento, pues, es adecuado en el desapego hacia uno mismo, y errado respecto a los otros.

Zvetan Todorov. Foto: Google.

Bestard y Contreras ya apuntan que el reconocimiento del otro no es una tarea fácil. Reclama recorrer una distancia, hacer un viaje, para abandonar nuestros juicios y complejos que pesan “como equipaje inútil”. Si regresamos “con el recuerdo de haber comprendido la coherencia interna de una cultura”, lo habremos logrado.
 
Leo-Strauss, a través de las líneas de Todorov, lo reafirma con su concepto de “interpretación”. Para el filósofo, la cultura debe comprenderse primero como ella se ha comprendido a sí misma. Según Todorov, el conocimiento de los otros es un movimiento de ida y vuelta, un viaje en sí mismo en el que nosotros ya hemos arrancado. Al compás de estas olas, empezamos a desvestir el “nosotros” para adentrarnos en “el otro”.

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